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La introducción del film da la clave del tema: un largo travelling en primer plano del suelo español, la música de castañuelas compuesta por Boccherini, la secuencia filmada a través de un filtro rojo, son aspectos de la puesta en escena y de la puesta en cuadro que hablan de un sentido más allá de lo meramente anecdótico. No se trata de una simple biografía, se trata de España y su historia, su música, su suelo, su cultura. El célebre director Carlos Saura nos habla del corazón mismo de la cultura hispánica, simbolizada en el cuerpo abierto del toro, de cuya carne, roja como la sangre, surge el rostro de uno de los artistas plásticos más revolucionarios de España y de toda Europa.
En su aspecto temporal, el film comienza por el final, con Goya en su lecho de muerte recordando su vida pasada. Los recuerdos se suceden, no en forma lineal y cronológica, sino como en un sueño en el que el personaje queda sumergido, donde el tiempo se fragmenta, se yuxtaponen momentos muy distantes sin respetar un orden racional. El tiempo de la narración es como la vida descripta por Goya: una espiral donde todo vuelve cíclicamente; por eso la muerte y el nacimiento se unen metafóricamente en el epílogo mediante una veladura de luz blanca cegadora.
Saura introdujo efectos digitales en algunas de sus imágenes, especialmente en la que algunas de las pinturas cobran vida o se convierten en una especie de tableau vivant, transformando las figuras en personajes teatrales que se escapan del cuadro para acosar a su creador.
Cayetana adquiere un peso enorme en el recuerdo de Goya: es su amante, su musa inspiradora, es la encarnación de la fuerza de Eros y Tanatos reunidos. La Muerte se le presenta con el rostro de Cayetana, en forma de negra sombra en el momento en que su vida corre peligro a los 46 años, a causa de la enfermedad que le provoca la sordera y, más tarde, cuando su vida se apaga definitivamente.
"Velázquez, Rembrandt y la Naturaleza fueron mis maestros", dice el protagonista en un momento dado. Las referencias a las distintas manifestaciones artísticas son numerosas, a punto tal que Saura parece contar la historia española a través de su arte, su pintura, su teatro, su música. Esta última cobra vital importancia, reforzando constantemente aquello que la imagen intenta transmitir. Su autor, el italiano Luigi Boccherini, compuso estos cuartetos hacia 1769 mientras ocupaba el cargo de maestro de cámara de la corte madrileña. El paralelo entre Goya y Boccherini es un homenaje del film a estos artistas que intentaron insuflar aire nuevo en una España signada por el atraso y la ignorancia, con una monarquía decadente e inoperante, y una Iglesia históricamente dominante.
La doble vertiente que aparece en la obra del pintor, sus ideas iluministas y su espíritu romántico, ha sido muy bien captada. Las fuerzas naturales desatadas en forma de devastadoras tormentas que dan pie a sus recuerdos de la guerra, remiten a una estética romántica, mientras que su sueño de introducir el Iluminismo francés en España, se refleja en esa luz casi mística que proviene de la ventana e impregna la blanca cabellera de un artista iluminado, un visionario demasiado adelantado a su tiempo. La invasión de las tropas napoleónicas dará por tierra todas esas ilusiones, reflejándose en su serie de grabados "Los desastres de la guerra", en óleos como "El fusilamiento del 3 de mayo" y, más adelante, en la serie de pinturas negras, producto de un escepticismo cada vez más radical.
La larga vida de Goya lo convirtió en testigo de la declinación de un imperio, un gobierno de ocupación y una guerra, cuyo derramamiento de sangre perdura en sus pinturas y pasa a ser parte de la memoria colectiva de todo un pueblo.
El film de Saura es el homenaje que le rinde un gran artista a otro, y el resultado final no podía ser otro que el de una obra de belleza extraordinaria.
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